Black Lives Matter (BLM) surgió a partir de 2013 como un movimiento social de gran amplitud cuyo objetivo era denunciar y desmantelar el racismo sistémico en Estados Unidos. Mientras que el hashtag #BLM se volvía viral en las redes sociales y en los medios de comunicación, se desarrolló una importante coalición política de visibilidad internacional para denunciar la violencia policial contra los jóvenes afroestadounidenses, y más generalmente, contra la persistencia del racismo del que son víctimas las personas negras y las minorías de color en Estados Unidos (Célestine & Martin-Breteau 2020; Recoquillon 2020; Taylor 2016).

[blockquote text=”En octubre de 2020 lxs militantes de Black Lives Matter manifestaron en todo el mundo su apoyo a los jóvenes que se rebelaban contra la violencia policial en Nigeria.” show_quote_icon=”yes”]

El compromiso de lxs militantes y simpatizantes de Black Lives Matter y del Movement for Black Lives (M4BL) dio lugar a numerosos estudios de analistas políticos y especialistas en ciencias sociales sobre sus reivindicaciones y sus objetivos políticos, su identidad y sus motivaciones personales, sus repertorios y sus modos de acción, su influencia política y social, etcétera.

Cuando, durante la presidencia de Donald Trump, BLM se encontró en un contexto mucho más hostil que bajo el segundo mandato de Barack Obama, sus movilizaciones tomaron una nueva dimensión no sólo en Estados Unidos sino también fuera de las fronteras de este país, en particular luego del asesinato de George Floyd en Minneapolis, en mayo de 2020. En todo el continente americano, en Europa, pero también en Asia y en Oceanía se organizaron y tuvieron lugar numerosas manifestaciones de apoyo a BLM pese al contexto de pandemia (De Genova 2018; Geia 2020; Kennedy-MacFoy & Zarkov 2020; Zaveri 2020).

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