En un rincón del mundo literario, donde el miedo y la fascinación por lo desconocido se entrelazan, emerge una voz que recorre los paisajes sombríos de Chile, trayendo consigo ecos de leyendas y relatos que han persistido en la memoria colectiva. Paulo Guzmán Marín, con su libro “Almanaque Chileno de Terror”, nos invita a un viaje aterrador a través del vasto territorio chileno, desde los desiertos del norte hasta los gélidos confines del sur.
Paulo Guzmán Marín, autor del fascinante “Almanaque Chileno de Terror“, es un periodista y escritor, formado en la Universidad Finis Terrae, donde obtuvo su título en periodismo, Ha desarrollado una carrera diversificada en el mundo de la prensa escrita. Su experiencia abarca áreas tan variadas como tecnología, tendencias, política, espectáculos y gastronomía, demostrando su versatilidad y profundo conocimiento del oficio.
Guzmán Marín tiene en su haber dos novelas publicadas, consolidando su posición como un narrador hábil y multifacético. Su capacidad para entrelazar elementos culturales y sobrenaturales en narrativas cautivadoras hace de su obra una contribución significativa a la literatura chilena contemporánea.
En esta colección de cuentos, Guzmán Marín revive la esencia del folklore chileno, hilvanando historias de caníbales, fantasmas, supersticiones, brujas y falsos profetas, en un mosaico que refleja la riqueza cultural y el temor ancestral de un país. Hoy, tenemos el privilegio de dialogar con el autor sobre su obra, su proceso creativo y las oscuras maravillas que habitan entre las páginas de su libro.
Paulo, “Almanaque Chileno de Terror” es una obra que recorre todo Chile en los brazos de sus leyendas más lúgubres. ¿Qué te inspiró a escribir este libro y cómo seleccionaste las leyendas y relatos que forman parte de la colección?
Me inspiró nuestra geografía y sociedad; Chile es un país que entrega mucho material para imaginar a personas comunes en situaciones extraordinarias. Usé la ficción para confeccionar los cuentos de este libro, pero también investigué elementos del folklore local y de cada región para entregar un contexto con el que las personas se pudieran identificar.
Los paisajes rurales juegan un papel crucial en tus relatos, casi como personajes en sí mismos. ¿Cómo influyen estos entornos en la atmósfera de terror que deseas crear?
Tenemos escenarios radicales. En su supervivencia, el norte se presenta como un futuro que no queremos asumir: seco, sin horizonte geográfico y silencioso. Las ciudades también son lugares hostiles porque compartimos con miles de estímulos a diario y sin embargo, la soledad es una epidemia.
Caníbales, fantasmas, supersticiones, brujas y falsos profetas pueblan tus historias. ¿Hay alguna de estas figuras que te resulte particularmente fascinante o aterradora, y por qué?
Me gusta cuando las supersticiones y las fobias se concretan porque el mayor miedo que existe tiene que ver con poner a prueba nuestro raciocinio y sentido común, que se cumplan todas esas malas expectativas que uno siente en el estómago es lo peor que le puede pasar a una persona, más allá de lo fantasioso.
Paulo Guzmán Marín
La infancia marcada por la pérdida y los rituales de toda índole son temas recurrentes en tu libro. ¿Qué papel juegan estos elementos en la construcción del terror en tus relatos?
No tuve una infancia particularmente marcada por la pérdida, pero creo que desde ahí todos nos vamos construyendo con ciertas dudas y mucha, pero mucha culpa: por las cosas que hicimos mal o las que no hicimos. Nunca estamos conformes. El enfrentarte y decir: “No cumplí con las pretensiones que tenía para mi vida”, te puede volver loco. Escribo mucho sobre la posición en las que nos deja la soledad.
La religión aparece siempre en primer plano en tus relatos. ¿Cómo abordas la relación entre la religión y el terror, y qué impacto crees que tiene esta relación en tus lectores?
Muchas de las personas que crecimos en los noventa lo hicimos siendo católicos y sin cuestionar mucho lo que se nos decía sobre la iglesia; había mucho miedo y castigo en los sermones. Siendo chico me llamaba la atención ir a misa por dos cosas: la primera, es que las iglesias son las únicas edificaciones lo más parecidas que podía imaginar a un castillo, y la tercera, porque las imágenes explícitas del vía crucis o las costillas de cristo sobresalientes te hacen pensar muchas cosas al respecto cuando tienes cinco años o seis años. Hay relatos de un padre, por ejemplo, que no deja de orar por dios pese a que este le quita sus hijos, envenena su ganado y quema su casa. Cosas por el estilo son una aproximación bien temprana al terror o por lo menos a las consecuencias que uno puede enfrentar si no se es buen cristiano.
Cada historia se despliega como una pesadilla viviente. ¿Podrías hablarnos sobre tu proceso creativo al escribir estos relatos? ¿Cómo logras mantener la tensión y el horror a lo largo de las narraciones?
Me gusta (y si me hace fácil), escribir a mano. Tengo un cuaderno que es sólo para anotaciones de cosas que se me ocurren o que soñé. De ahí voy dibujando un “esqueleto” con una línea central dónde imagino contexto, trama y personajes; voy abriendo cada arista antes de pasar la idea más o menos elaborada al computador. Desde ahí es ensayo y error. Pienso, en algún momento, que si un cuento me aburre o no estoy yendo en una dirección que me permita seguir concentrado entonces menos le va a gustar a quien lo lea; ahí borro y le doy otro más interesante, independiente si equivale a perder semanas de avances.
Tu libro abarca el territorio nacional de norte a sur. ¿Cómo te documentaste para asegurarte de que cada relato reflejara auténticamente las particularidades culturales y geográficas de las distintas regiones de Chile?
Me tomé muchas atribuciones porque la parte entretenida de la ficción es que no tengo que seguir las reglas al cien. No estoy escribiendo un paper o una crónica, muchos de los lugares que aparecen en el libro son inventados aunque se desarrollan en espacios geográficos reales; ahí es donde hablé con personas del lugar o leí sobre su geografía para saber más. Chile es un país tan especial que se puede hacer eso. Nuestro entorno hace posible cualquier escenario.
En “Almanaque Chileno de Terror”, invitas a los lectores a mirar lo que se esconde entre las sombras. ¿Qué esperas que los lectores sientan o reflexionen después de leer tu libro?
Me da un poco de pudor pensar en eso. Espero que se sientan conformes y satisfechos; también que se identifiquen con el entorno, y que sientan que se está haciendo más por documentar las historias de nuestro país.
El folklore y las leyendas urbanas son fundamentales en la literatura de terror. ¿Qué crees que hace que las leyendas chilenas sean únicas y dignas de ser contadas y preservadas?
Porque desde ahí viene nuestra idiosincrasia y forma de ser; somos un país que se supone, va a la deriva con su identidad, que intenta ser lo más gringo posible, con mucho shopping, auto y ese estilo de vida. Yo no creo que sea cierto, me parece que tenemos una cultura bien definida en todo sentido, la gracias es que esta cultura no es empaquetable, pero pese a eso, nos ha acompañado durante décadas e incluso siglos a través de la tradición oral.
Finalmente, ¿puedes adelantarnos algo sobre tus futuros proyectos literarios? ¿Seguirás explorando el género del terror o tienes otros géneros en mente?
Siento que todavía no termino con este género. Me gustaría continuar por esta senda por lo menos un rato y disfrutar del momento un poco aunque también estoy en un periodo muy intranquilo: quiero escribir guiones, novelas, más cuentos, tengo ganas de hacer todo, pero finalmente es el público quien decide esa senda, así que estoy muy atento a sus comentarios y críticas.
A través de “Almanaque Chileno de Terror“, Paulo Guzmán Marín no solo nos ofrece una antología de relatos espeluznantes, sino que también nos invita a un profundo recorrido por el alma oscura de Chile. Con cada historia, descubrimos un nuevo rincón del miedo y la fascinación que reside en nuestras tradiciones más arraigadas.
Agradecemos a Paulo por compartir su visión y por llevarnos de la mano a explorar los rincones más tenebrosos del folklore chileno.
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